BLOG DE ECONOMÍA POLÍTICA, Y LO QUE SURJA

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luns, 14 de outubro de 2013

Nueve cruces


Una noche aparecieron en la casa, era tarde y mi padre había llegado de la mar poco antes. Los dos falangistas lo cogieron y se lo llevaron. Fue la última vez que lo vimos” Acostumbraba a decirle Generoso Valverde a sus hijos, y luego a sus nietos. La historia de este hombre, como la de sus cinco hermanos, es paralela a la de otros tantos familiares de los represaliados por el franquismo.

Todo comenzó el 14 de octubre del año 1936, en el Val Miñor, que agrupa tres concellos al Sur de las Rías Baixas. Hacía tiempo que dos falangistas de la zona buscaban con recelo a dos hermanos en la zona de Sabarís, Luís y José López, apodados “Os Ineses”, por el nombre de su madre. Habían estado en América, trayendo con ellos nuevas ideas progresistas y ecologistas, nuevos métodos de cultivo que enseñaban a los vecinos... Se dice que el mayor, Luís, era socialista; su hermano: anarquista.

Cuando triunfó el golpe militar, se ocultaron en el desván de una vieja casa, propiedad de un cura ciego, bastante mayor, que vivía alejado del núcleo urbano junto a Dolores Samuelle, una señora de 71 años, encargada de los cuidados del párroco, que bajaba todos los días al pueblo a comprar el pan y el periódico.

Las pesquisas de la Guardia Civil de Baiona señalaban hacia la casa del ciego, pues un hombre en su estado no podía leer el periódico que cada mañana le llevaba su cuidadora, y tampoco ella, pues era analfabeta. También les llamaba la atención la cantidad de pan que se llevaba la señora. El comandante de la Guardia Civil, el Cabo Sebastián Pena, y el falangista Refojo aparecieron en la casa una noche y descubieron a los dos hermanos. Antes de que se los llevasen Luís disparó al falangista, hiriéndolo de muerte. El Cabo y sus hombres se llevaron a los dos hermanos y a la vieja señora, que fueron fusilados y enterrados en una fosa común poco más tarde, con la señora entre los dos hermanos para mayor escarnio.

Lleno de sentimiento de venganza por la muerte de su amigo Refojo, Pena fue a Vigo. En la cárcel de la calle del Príncipe no había presos, así que volvió a Baiona y cogió a los nueve hombres que estaban encerrados en el cuartelillo de Sabarís, bajo acusaciones de ser republicanos. Manuel Aballe, Felicisimo Pérez, Elías Gonda Alonso, Manuel Lijó, Modesto Fernández, Fidel Leyenda, José Rodríguez, Manuel Barbosa y Generoso Valverde fueron metidos en una furgoneta y llevados rumbo a la carretera de Baiona-Camposancos donde, a la altura de Baredo, en una curva acantilada que daba al mar, pararon el vehículo. Uno a uno los fueron bajando de la camioneta, uno a uno los fueron matando. Posteriormente se llevaron los cadáveres, que fueron enterrados en una fosa común cercana al cementerio de Panxón. Según los certificados de defunción, los nueve hombres murieron por una “hemorragia cerebral o torácica”.

Nueve hombres murieron en ese saliente sobre el mar, que en cualquier otra ocasión se antojaría idílico, aquella noche del 15 al 16 de octubre. Las lecheras que pasaron por la carretera esa mañana fueron las primeras en dar la noticia del triste suceso; también los marineros que llegaban a puerto. Pero casi ocho décadas después, la historia es conocida en toda la comarca por las nueve cruces que aparecen ininterrumpidamente desde aquel octubre grabadas en la tierra. Una larga línea cortada con nueve palos, en un lugar que desde entonces y para siempre sería conocido como “A Volta dos Nove”.

Aquellas cruces aparecían continuamente para que nadie olvidase el triste suceso, si bien las fuerzas del orden público se apresuraban a borrarlas y vigilaban bien el sitio, hasta el punto de que la historia tomaba tintes sobrenaturales entre los vecinos. Cuando sus botas totalitarias borraban las nueve cruces, volvían a estar allí a la mañana siguiente, hasta el punto de que la historia tomaba tintes sobrenaturales entre algunos vecinos. Nueve cruces que desde 2005 tienen un monumento de un árbol segado, segado como las vidas de esos nueve hombres. Un monumento donde cada 15 de octubre familiares y vecinos se reúnen para celebrar sus cortas vidas.


Mi abuelo Generoso murió hace diez años, sus cenizas volaron por la ría de Vigo, y quizás parte de ellas reposen en la Volta dos Nove. Su padre no tuvo tanta suerte, lleva 77 años en una fosa común, y parece que los responsables no cumplirán condena nunca.



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