BLOG DE ECONOMÍA POLÍTICA, Y LO QUE SURJA

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domingo, 24 de novembro de 2013

Robe al tercer día



MANUEL JABOIS (El Mundo), 24/11/2013. En 1988 tres eximios españoles recibieron una carta: la Reina, el presidente González y el alcalde madrileño Juan Barranco. En ella se pedía cortésmente 1.000 pesetas para pagarle una maqueta a un grupo de música. A cambio se le entregaba un boleto que hacía de resguardo: "Disco de Extremoduro. Vale por un ejemplar. Recibí". A la lista se le añadió a última hora el ministro de Defensa, Narcís Serra, pues en aquellos días se supo que había pagado un piano para el ministerio con dinero público. Sólo contestó la Reina. "La Casa Real", decía la nota sellada por Zarzuela, "no es un hospicio para músicos". El que estaba detrás de la nota era un tío que en aquel trabajo firmaba cuatro himnos de siete: Decidí, La hoguera, Extremaydura y Jesucristo García. Con las dos últimas la banda debutó en TVE, pero el segundo tema fue censurado: Salo, el bajista ataviado con tricornio, terminaba disparándole en la nuca al cantante, que con melena y barbas iba vestido de túnica blanca y collar de perro haciendo las veces de corona de espinas. "La Guardia Civil asesinando a Jesucristo, ahí es nada", escribe Javier Menéndez-Flores, que ha publicado este año De Profundis, la historia autorizada (Grijalbo), autopsia de Extremoduro, una banda ni viva ni muerta, insólita en su permanente resurrección y pendiente de la fragilidad poética del genio de la lámpara: Robe Iniesta.

Los españoles ilustres se quedaron sin la primera copia de rock transgresivo, la etiqueta que se hizo colgar Extremoduro desde el inicio acaso como pararrayos de carteles en los que mover la lírica quebrada, rasposa y guitarrera de Robe. Peor para ellos, que no pudieron asistir a uno de esos pequeños milagros que de vez en cuando se dan en la música española: la irrupción de algo nuevo y verdadero, hasta sucio y bellamente extraño, autentificado desde el inicio como si la denominación de origen, más que un gigantesco Big-Bang entre Leño, Barón Rojo, Manolo Chinato, Lole y Manuel, Platero y tú y Antonio Machado, fuese un ejercicio natural de su creador, un movimiento de ópera dirigido a arruinar imperios, empezando por el suyo. Todo muy detrás de la Movida, de la que nada eran, dando pasos de formación tras la explosión de talento y los pelos verdes; fue a hurtadillas, desde una Plasencia tan mutilada sentimentalmente ("un sitio para gente mayor, un lugar desfasado, de pensamiento retrógrado") que dice mucho el que se le reciba como a un dios pródigo bajo sospecha del poder y amantísima estrella de sus vecinos.

El libro de Menéndez-Flores es ideal para vísperas de Robe como las actuales, acuciadas por la piratería, y desmonta el cancionario del grupo detectando aquí y allá influencias, vástagos y padres. Pero hay un aspecto, el de la canción que empieza "Soñar despierto con la luz de su sonrisa / soñé en hablarle de su pelo y ser la brisa", que me parece fundamental. El tema se titula, como no podía ser de otra forma, Hoy te la meto hasta las orejas. Y en ese supuesto contraste, que no es más que una deliciosa continuación rítmica, casi la vida abriéndose paso entre las flores, se adivina el mecano de Extremoduro: la verdad. Dice Robe que las canciones tienen que llegar a él, que tiene que vivirlas antes; que se muera su perro, que pase algo. A Extremoduro te lo crees porque intuyes que todo eso no es más que la continuación radiada de su biografía, la subversión casi apocalíptica de cantarlo todo sin atender a protagonistas quisquillosos y pudores tremendistas de los que asaltan a los escritores en su vejez, que de buena gana dejarían sus memorias a modo de testimonio postmorten como ese programa de televisión en el que resucitan un rato sin lugar a réplica.

La verdad pienso yo que no debe estudiarse ni interpretarse, sólo asumirse. La verdad no necesita de la mentira para serlo, pero una mentira siempre exige una verdad detrás: la diferencia básica entre ambas es la dependencia de la mentira de la verdad, y la independencia de la verdad de la mentira. Llevo dándole vueltas a esto desde el discurso de Vargas Llosa el miércoles en EL MUNDO y su referencia a la "verdad sospechosa", título de un artículo que había leído hace poco en El País sobre Sendero Luminoso y Perú. Pero en EL MUNDO -sin papeles, a pelo y con la hermosa cabeza intacta, en furiosa demostración de Nobel- Vargas lo llevó a otro terreno, el periodístico: "La verdad y la mentira tienen unas fronteras escurridizas y confusas, eso nos lleva muchas veces a pensar en verdades sospechosas y en mentiras sospechosas, es decir, en verdades que podrían ser mentiras y en mentiras que podrían ser verdades". Esa difuminación voluntaria a veces, para desesperación de los lectores, la pensaba horas después en casa escuchando a Extremoduro, y con la misma asociación legítima que la banda hace del romanticismo y el sexo anal o el lánguido paso del tiempo viendo crecer los pelos de los huevos en lugar de la verdísima hierba, llevé el trasiego filosófico a las letras de las canciones, a los mensajes a veces periféricos y otros viscerales que Robe, a grito y en susurro, lleva haciéndome media vida con la misma voluntad malvada con la que Bono se acerca a Patrick Bateman a decirle desde el escenario en medio de un concierto: "Soy el diablo y soy exactamente igual que tú".

El libro, material inflamable para mitómanos, expone la teoría sin profundizar en ella. Pero todo lo que canta Extremoduro es producto de una creencia arraigada no sólo en lo que pasó sino en lo que va a pasar. Para eso hay que tener una voz propia poderosa como la que tenía Umbral, al que le preguntaba Antonio Lucas cómo hacía para vivir al mismo tiempo que tecleaba: "Había un momento de la noche, antes de que empezasen a pasar cosas, que yo ya estaba en casa escribiéndolas". Ni siquiera hacía falta que ocurriesen o que a Robe Iniesta se le muriese un perro: era ya como si hubiese sucedido. Si no es la biografía de Extremoduro es la de otro, pero el dardo siempre cae en la diana. Dostoievski es verdad, Balzac es verdad. Federico García Lorca es verdad. Valle (el Valle de Femeninas y Sonatas, el Valle de las Comedias Bárbaras) es mentira ya desde la primera línea, pero una primera línea tan bella que da igual no creérsela, porque uno se va entregando al veneno de la forma hasta considerar ésta como una manera lógica de verdad; Valle decía que las mentiras eran las otras verdades, por eso puso a Bradomín a excitarse con una mujer vistiéndose.

Extremoduro es verdad porque lo que cuenta soporta y desborda unfact cheking (nunca hay suficientes camellos ni suficiente poesía en la calle, donde hacen acopio los listos) y Alejandro Sanz es mentira porque no puede ser que en esta vida te estén partiendo el corazón doscientas canciones y tengas seiscientos amores eternos, casi uno cada semana, sin querer romperle la cabeza a alguien, entregarle tu corazón a un buitre de Monfragüe o salir a meterte mil rayas, hablar con la gente y joder qué guarrada sin ti. No puede ser, no es creíble. Como tampoco, francamente, gritar "vuelo hasta una mancha en la pared / me vuelvo ajeno a todo / y me sobran hasta mis propios pies" sin lamentar unas estrofas más allá "la vida desperdiciada, tanta lefa para nada". O recitar unos versos cursis sin que se te escape en algún momento "yo me pongo palote sólo con que me toque"; y en fin, ser de un lugar y no cagarse en él (¡tantos con el "amo a mi país" en la boca!); sin que revientes y digas, como Robe, "cago en Dios, en Cáceres y en Badajoz" en el Extremaydura que Lorenzo Silva propone, como cualquier hombre de bien, de himno de la tierra, incluso de manera institucional para que suene en las cumbres políticas cacereñas con el alcalde en posición de firme.

Luego está la leyenda magnética de Robe, sus felicidades privadas y aquel deambular suyo abriéndose paso hasta llenar salas sin que la prensa -"verdad sospechosa"- les hiciese caso, de ahí su carrera huidiza alejado de entrevistas, ermitaño de titulares, permitiendo que sea el pasado que hable por él. Lino Portela en la Rolling Stone lo captura en una entrevista con Mariskal Romero.

-¿Qué tal te tratan los extremeños?
-Son unos gilipollas.
-Habéis tocado en Galicia...
-Otros gilipollas.
Y así varias veces hasta que Mariskal le tiró el micrófono:
-Robe, tú sí que eres un gilipollas.
Menéndez-Flores recuerda los séculos escuros, cuando no se sabía si se podría dar el concierto hasta el último momento; con Robe olvidándose las letras de las canciones o terminando desnudo, entregado como en la portada, más recatada, de Yo, minoría absoluta. Los noventa fueron en cierta manera el after de los ochenta, el lugar en el que se fueron depositando los que no querían terminar aún y los que iban llegando jóvenes y extraviados. Robe aprovechó la década para explotar con Agila, que lo hizo famoso y desconfiado, pero nunca en doma. Al éxito comercial le sucedió el potentísimo Canciones Prohibidas, que en el título llevaba el pecado y nada de pose; seguían siendo el fascinante hombre del saco para esos productores que temían que sus conciertos terminasen con la policía deteniendo a Robe como a Jim Morrison. La primera visita del capo de Dro, sin embargo, se saldó con sorpresa; el mítico público de Extremoduro ya la estaba liando en la puerta y, cuando suponía que al entrar empezarían a tirar sillas al escenario, se ordenaban de golpe ("ambiente superfino") y seguían religiosamente a Robe medio desnudo y en faldas, transmutado en deidad.

Viene esto a cuento porque Extremoduro saca disco (Para todos los públicos), que fue pirateado por un mozo de almacén al que hay que reprochar más que el pirateo el hecho de no ser fan y hacerlo por dinero. El acto de piratear, con ser delito, es al fondo de todo un acto de amor: una manera de decirle al artista que lo amas hasta delinquir por él y empobrecerlo para compartir el secreto de su disco tan rápido como Dominguín escapando de Ava. ¡Qué envidia las calles de Bogotá llenas de manteros con copias de Memorias de mis putas tristes mientras en España traficábamos con Operación Triunfo!Esa pasión absoluta se parece a la de Chapman con Lennon, al que quería tanto que lo mató; así los piratas con sus ídolos. Mientras, Extremoduro, aparcados en el norte, repican aquello magnífico de Robe a Lorenzo Silva cuando de repente, tras abrirse paso con un camino tan personal que se diría imposible haber durado dos meses, les llegó el éxito con la misma prisa que el muchacho del butano: "Ahora quieren saber de qué color meo o con qué mano me la meneo, y antes pasaban de mí, pero soy el mismo. ¿Qué es lo que me ha pasado a mí con el éxito? Más bien que es lo que les ha pasado a ellos, que son los que han cambiado".



Durante tres meses de mi vida sólo escuché La ley innata, disco cumbre de la carrera que se inauguró en Madrid en 1990 justo debajo de donde escribo (si rompo el suelo y estiro la mano aún podría levantar al último melenas que queda por salir de Jácara cuando Robe cantó "tú en tu casa / nosotros en la hoguera"); no me refiero a escuchar música, sino en general: ni al médico con sus diagnósticos, que siempre son verdades sospechosas. Sólo hacía caso a Robe y hasta me zambullía con él, a través de esa letra que denuncia el bloqueo mental ("como quieres que escriba una canción / si a tu lado no hay reivindicación"), en las antiguas zapói, relatadas por Carrere a propósito de su Limónov: curdas exageradas en el tiempo en las que subir a trenes que no se sabe a dónde van, confiar los secretos más íntimos a desconocidos casuales y olvidar, siempre, todo lo dicho y hecho a los tres días, que es el plazo administrativo que da el Estado para resucitar. Menuda vida se perdió la Reina por no gastar 40 duros.

Escribir como forma de vencer a la morriña

ENTREVISTA CON EL ESCRITOR DOMINGO VILLAR


"LA NOVELA NEGRA NO ES MÁS QUE UNA EXCUSA PARA HABLAR DE OTRAS COSAS"

De la saudade en verso de Martín Códax a los relatos kafkianos de Méndez Ferrín, pasando por la fina retranca con la que Vicente Risco detallaba cómo ascender de puerco a marrano para llegar a ser alcalde; o las crónicas políticas y sociales de Castelao, primero desde Badajoz y luego desde la diáspora. La prolífica cultura gallega siempre ha tenido su pilar básico en la literatura, llena de enormes escritores y poetisas, o viceversa. Sin embargo el gallego, esa lengua a la que Cunqueiro deseó “mil primaveras máis” después de reescribir con ella las historias de Merlín, Simbad, Hamlet y compañía en versión “enxebre” (convirtiéndose en uno de los padres del realismo mágico, referente reconocido de García Márquez), está atravesando una mala época.

Hubo tiempos peores, como los tres “Séculos Escuros”, algo más de trescientos años sin una palabra escrita en el idioma de Galicia transcurridos entre las cantigas de la Edad Media y el final del Siglo XIX; o los cuarenta años en los que precisamente un gallego de Ferrolterra prohibió nuestro idioma. Los seres humanos tienen contradicciones; los gallegos tenemos un montón de ellas. Ese podría ser un ejemplo.

Y precisamente de contradicciones está lleno el inspector Leo Caldas: tertuliano en un programa de radio soporífero, comparte casos con un malhumorado y corpulento aragonés, el agente Estévez, que no soporta la ambigüedad de los gallegos. Esta curiosa patrulla deambula por las entrañas de una ciudad industrial en la costa atlántica desde que hace siete años fuesen publicadas sus primeras aventuras (Ollos de auga; Ed. Galaxia, 2006), resolviendo un crimen pasional que tuvo lugar en la Isla de Toralla, en la Ría de Vigo. Poco después tuvieron que investigar la aparición de un cuerpo sin vida en una cala del Val Miñor (A praia dos afogados; Ed. Galaxia, 2009), y para este año estaba previsto el lanzamiento de la tercera novela sobre este inspector con nombre de dios futbolístico, pero parece que vamos a tener que esperar por una novela de la que hasta ahora sólo ha trascendido el nombre: As cruces de pedra. Todo un homenaje a Don Alfonso Daniel Rodríguez Castelao.

El padre de las criaturas es Domingo Villar, y escribe desde la distancia, lejos de los ríos y las fuentes de Rosalía, aunque en su caso (y puede considerarse un afortunado) emigrar no fue por obligación. Nacido en Vigo en 1971, desde hace tiempo reside en Madrid, donde quedamos una cálida mañana de marzo para compartir morriña, mientras nos cuenta algo más acerca de su obra.

· Uno de los escritores más leídos en lengua gallega en los tiempos que corren, en la vanguardia también de la novela negra española. Se dice pronto, y sólo con dos novelas publicadas. ¿Esperabas tanto reconocimiento?

Yo lo que esperaba era tener la oportunidad de publicar unas cosas que escribía, no contaba con nada más. No tengo padrino, no conozco a nadie del mundillo literario, no sabía lo que me iba a encontrar. Escribía por placer, y lo que quería era tener la oportunidad de contar las cosas que tenía hirviendo dentro. Era una manera de estar de vuelta cada día en mi tierra, en los ratos en los que me encogía en mi rincón para escribir.

· Nominado al premio a la Mejor Novela Internacional en los premios que otorga cada año la Academia Sueca de Novela Negra (Svenska Deckarakademin). Eso es como luchar por el “Pichichi” en las mejores ligas.

No sé si luchar, digamos que es colarse en la pelea por el Pichichi... Se agradece mucho cuando reconocen tu trabajo. Cuando sales por ahí y no hay un vínculo sentimental con lo que cuentas, porque en Galicia podría gustar porque a la gente le gusta ver reflejado lo que vive en la calle en la literatura, pero con gente de lugares distintos es complicado saber como van a reaccionar, si van a entender nuestras cosas. Mis novelas son gallegas desde dentro hacia afuera, están hechas con Galicia en el corazón y en la punta de los dedos, y yo no sabía como iba a aceptar esas historias gente que no conocía nuestra realidad. Luego te das cuenta de que la gente es distinta por fuera e idéntica por dentro, tanto da haber nacido en Suecia, en Escocia o en Galicia.

· Rubalcaba recomendaba “A praia dos afogados” como una de sus novelas favoritas, describiéndola como novela negra aderezada con percebes y ribeiro. (Antes de la pregunta me corrige: “no sé que diría Rubalcaba, pero lo que hay es albariño. Percebes y albariño”). ¿Escribir es una forma de canalizar la morriña?

Un poco... Hoy estaba reescribiendo unas páginas en las que Caldas estaba con su ayudante comiendo un bacalao con patatas en el Bar Puerto, en el Areal de Vigo, y la verdad es que era yo el que estaba allí. No se trata de luchar contra la morriña, si no de vencerla.

· A propósito de la gastronomía y los vinos, en Galicia tenemos muy buenos blancos con una gran fama pero también grandes tintos que casi no se conocen. ¿Es la novela negra como esos tintos?

Bueno, los mencía poco a poco cogen fuerza; o los del Bierzo, considerándolo la quinta provincia... Pero con respecto a la novela negra, yo pienso que ya se quitó todos los complejos que tenía. Hablaba Chandler de que una novela de recolectores de maíz tendría muchas páginas de crítica en las revistas especializadas, mientras que una novela policial tendría un par de párrafos sólamente por serlo, sin que nadie valorase si es mejor o peor literatura. Yo pienso que eso, afortunadamente, está superado. Gracias a ellos, que pasaron por una travesía en el desierto, a día de hoy en la novela negra, como en toda la literatura, se distingue entre las cosas que están peor o mejor escritas, y no tanto según el género. Además de que la novela negra tiene una frontera difusa, porque dentro de la novela negra cabe crítica irónica como la de James McClure, que destripa el apartheid con situaciones tan ridículas que acaban siendo enormemente críticas; puede ser novela negra filosófica, como Dürrenmatt, que tiene libros estupendos hablando de los complejos, o puede ser de frases cortas, como las de Ellroy; puede ser festiva, como las de Camilleri... La novela negra es un saco grande de más, cabe de todo, y es difícil juzgar a la novela negra como un género determinado cuando hay cosas tan diversas dentro de ella. Y en lo único en lo que se parecen es en que tienen crímenes. Acerca de esto, decía Ramiro Pinilla, en lo único en lo que se diferencian estas novelas es en que el muerto aparece al principio. En lo demás no hay tanta diferencia.

· Reconocido seguidor del Celta, así como tu equipo supo salir de la crisis tirando de la cantera, ¿usted piensa que la cultura, en especial la narrativa, está potenciando ese trabajo de base?

Hombre... La edición está atravesando un momento complicado, pero yo pienso que lo fundamental es seguir un sueño. Que por mucho que diga la gente, que por muy mal que esté el mundo ahí fuera, la gente tiene que mirar hacia adentro y hacer lo que le dicte el corazón. Está claro que nadie quiere ser futbolista sin saber darle a un balón, y nadie que no tenga facilidad para escribir querrá ser escritor. Hay una cosa fundamental que es tener afición, y esa afición es la que mueve a la voluntad. Lo que hace que le robes horas al sueño, a la familia, para hacer eso que te hace soñar.

Recuerdo un artículo que escribió en Diario 16 hace mucho tiempo Carmen Martín Gayte, que hablaba de la diferencia que se hace entre el mundo profesional y el aficionado. Se le da mayor valor a un carpintero profesional que a un aficionado, y puede ser un grandísimo profesional o puede ser un tipo que cayó ahí por cualquier motivo y está clavando puntas sin ser lo que quería hacer. En cambio, un carpintero aficionado es un tipo que le roba tiempo a las cosas para hacer eso que le gusta, y podría estar rascándose la panza pero está clavando puntas. ¿Por qué va a tener más valor lo profesional que lo aficionado? No es así. Lo que no hay es que perder la afición, hay que seguirla. Teniendo los pies en el suelo, sabiendo cuales son las limitaciones y siendo consciente de que las cosas están complicadas. No hay nada que garantice el éxito, pero no hay nada tampoco que lo impida definitivamente. No hay seguridad de error.

· No tienes nada que perder...

El tiempo, que es fundamental. Eso no vuelve. Cuando ves a alguien comprar un libro tuyo es un compromiso grande, porque un libro vale diez o quince euros y el dinero va y viene, pero el tiempo que esa persona va a pasar con mi libro, con mis personajes, sumergido en mi historia, ese tiempo no vuelve. Mi responsabilidad como autor es que ese viaje que el lector y yo hacemos de la mano valga la pena. Escribir no es hacer un libro para mucha gente, un diálogo con muchos, no es un sermón, una homilía. Un libro es un murmullo que le hace un tipo concentrado, sólo en su casa, a otro tipo que está sentado en su casa tranquilamente igual de concentrado en el libro que tiene en las manos.

· Dicen que el éxito sólo en el diccionario está antes que el trabajo.

Por supuesto, aunque hay gente que cae de pie sin necesidad de trabajo, haciendo las cosas por inercia. Esos son los genios. Pero por lo general el éxito si que exige un trabajo grande. Además el éxito es difícil de medir. Yo tengo un oficio que no cambiaría por ningún otro, trabajo haciendo lo que siempre soñé. Afortunadamente puedo pagar el alquiler y el colegio de los niños con lo que gano escribiendo libros, pero no dejaría de escribirlos si no fuese así. El éxito no es eso, el éxito es mirarte en el espejo y que te devuelva la imagen de un tipo honrado. Y luego está cierto prestigio social que te da la literatura. Todos los escritores tenemos un punto de exhibicionistas, y si no lo tenemos hacen que lo tengamos. Quizás porque somos unos anacoretas, porque nuestro trabajo es ser ermitaños, pero la mitad del tiempo, la otra mitad somos exhibicionistas. Y a mí lo que me gusta es andar el camino, sentarme a escribir. Hay una tendencia a medir el éxito en términos económicos, pero el éxito está muy alejado de eso. El éxito es tener tiempo para hacer lo que te gusta. Éxito es acostarte feliz.

· Hablábamos antes de la narrativa gallega, y decías que no está tan mal...

Yo no pienso que la cosa esté tan mal, narradores los hay cojonudos. ¿Dónde se están vendiendo libros? En ningún lado. Nuestro problema no es de materia prima, no es la falta de autores; es cuestión de tirar para adelante, de intentar las cosas, de ponerle ilusión y no dejarte vencer. Que te venzas a ti, no a los demás. Y luego tenemos editoriales que asumen el reto que es publicar y ofrecer visibilidad a los escritores en lengua gallega. Edicións Xerais de Galicia convoca sus premios, que con el tiempo se fueron ampliando a literatura infantil, juvenil, para adultos... El Premio Blanco Amor, que publica Galaxia... Las editoriales están haciendo un esfuerzo en un tiempo complicado. Por otro lado está la publicación en internet. Pienso que nunca fue tan fácil publicar, otra cosa es que luego puedas conseguir difusión.

· Cambiando de tercio, el audiovisual gallego sí que nunca fue nuestro fuerte. Sin una industria bien definida y con pocas películas realmente hechas y producidas allí, algo más que un mero escenario. ¿Ayudará la película de A praia dos afogados a darle un empujón al audiovisual de Galicia? ¿Dará vida a Leo Caldas un actor gallego?

Espero que sí. Y hay muchos productores intentando sacar adelante el tema. José Luis Cuerda viene de hacer “Todo es silencio”, coproducida con un importante capital gallego detrás. El año pasado fue “18 comidas”, de Coira. Hay nuevos productores trabajando en Galicia, Milú Films está tirando fuerte, Continental Producciones sigue ahí, Filmanova hace sus cosas. Son tiempos complicados para financiar el cine, que es un arte caro, pero la crisis no es de talento, no es de buenos profesionales. Nuestro problema no es de materia prima. En cuanto a lo del actor, espero que sí. Y si no lo es, tendrá que coger el acento. Pero con esto de los acentos hay que tener cuidado, que si no se hace bien puede quedar un poco raro.

· De herramienta pues...

Sí, sí... de tener medios tirando a escasos. Pero es un problema que también tienen en otros sitios que no tienen tan buena materia prima.



· Y ahora que está a punto de salir su tercera novela, ¿qué nos puedes contar de As cruces de pedra?

Es otra novela de Leo Caldas y Estévez, y como las otras dos está ambientada en la Ría de Vigo. Hay una mujer que desaparece, una profesora de la Escuela de Artes y Oficios que vive en Tirán, y que nadie sabe muy bien qué le sucedió. Indagarán en los momentos previos a su desaparición y en su ambiente. Es una reflexión también del mundo del arte, de como ha ido evolucionando, el espacio que ocupa en el mundo. Habla de relaciones familiares, relaciones personales. Yo pienso que las novelas policíacas no son más que excusas para hablar de otras cosas, y en esta se habla del mundo rural, de las grandes ciudades, de las soledades, la vejez, el amor, la amistad... Las cosas que conforman la vida.

· Es pregunta obligada la de qué está escribiendo en estos momentos.

En realidad aún estoy corrigiendo esta última. A veces los plazos son los que son y no los que quieres que sean. Sigo corrigiendo y tengo un compendio de ideas importante, y alguna de esas saldrá después.

· ¿Habrá un cuarto libro de Leo Caldas?

Probablemente sí, lo que no tengo tan claro es que sea lo próximo que escriba.

· La literatura gallega está repleta de enormes cuentistas. Usted ha publicado algunos relatos cortos en La Voz de Galicia y en El País, ¿algún día veremos un libro de cuentos de Domingo Villar?

Pues no lo sé, es posible. Tengo más cuentos que no enseño, que guardo para mi. Y tengo algunos cuentos publicados en Alemania. Recientemente me han pedido uno para una editorial holandesa... Es posible que algún día los junte todos.

· ¿Y poesía?

Poesía no. (Risas) Hice algo alguna vez, pero vamos... Lo dudo mucho.


· Tengo entendido que escribe en gallego y va traduciendo al español. Yo tenía un profesor de latín que decía que no hay mejor corrección que la traducción. Por lo que se ve usted lo aplica.

Lo aplico y lo pienso. Para los que tenemos la suerte de hablar varias lenguas es un arma, una joya. Es como si un pintor dominase el óleo y la acuarela y renunciase a uno de ellos. Por el contrario, uno y otro se complementan para entender mejor la pintura. En el campo literario sucede algo similar, la lengua es nuestra paleta de pintor, y el hecho de ponernos manejar en dos de ellas hace que el texto se limpie muchísimo. Estoy plenamente de acuerdo con ese profesor.

· ¿Y en su vida cotidiana hay muchos “Estévez” a los que les resulte llamativa la ambigüedad de sus paisanos?

Yo comparto vida con una aragonesa. La vida para ella en general es blanca o negra, y para mi es gris. Los prejuícios a veces lo que esconden son verdades rotundas que crearon esos tópicos.

· Un escritor, pero ficticio (Hank Moody, de la serie Californication), decía que se suponía que internet abriría las puertas de la cultura de par en par y que al final trajo incultura para todos, junto con una banalización de la escritura. Que la gente ya no escribe, si no que bloguea; que la puntuación y la ortografía ya no importan. ¿Internet ayuda a la literatura o baja el listón?

Es todo tan nuevo que no tengo perspectiva para juzgarlo, no soy capaz de tener un criterio válido sobre un tema en el cual estoy metido en el medio del bosque y no veo más que árboles. A veces parece que es un desastre, que hay una sobreexposición extrema... Otros días pienso que es estupenda la democratización que trajo consigo la red. No tengo una idea formada y creo que no la voy a tener hasta dentro de un tiempo. Necesito, como el vino, que sedimente el poso.

Madrid, marzo de 2012.





sábado, 23 de novembro de 2013

Rosalía


¡SOIA!

Eran craro-los días,
risoñas-las mañáns,
i era a tristeza súa
negra coma a orfandá.

Íñase á mañecida,
tornaba coa serán...;
mais que fora ou viñera
ninguén llo iña a esculcar.

Tomóu un día leve
camiño do areal...
Como naide a esperaba,
ela non tornóu máis.

Ó cabo dos tres días,
botóuna fora o mar,
i alí onde o corvo pousa,
soia enterrada está.


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¡SOLA!

Eran claros los dias
risueños al despertar
y era la tristeza suya
negra como la orfandad.

Se iba al amanecer,
volvía con la oscuridad...;
Pero que se fuera o viniera
nadie lo iba a notar.

Tomó un día leve
el camino del arenal...
Como nadie la esperaba,
ella no volvió más.

Al cabo de tres días
la devolvió el mar
y allí donde el cuervo se posa
sola enterrada está.



Rosalía de Castro



venres, 22 de novembro de 2013

Gallegos


Arturo Pérez Reverte. 2 de febrero de 2003. Tengo en casa un antiguo álbum de Castelao: cuarenta y nueve láminas en folio, cada una con su leyenda. Nos, se llama. Nosotros. Los dibujos son de hace casi un siglo: viñetas de la vida gallega campesina y marinera, nacidas como consecuencia de las huelgas de la época, las matanzas de labriegos y el caciquismo. Imágenes y textos tan pesimistas y terribles que, en palabras del autor, queman como un rayo de sol a través de una lupa. De vez en cuando le echo un vistazo a ese álbum, por la belleza de sus estampas y por el conmovedor sentido de sus textos. La lámina número 9 muestra a una pobre aldeana que carga un ataúd rotulado Ley mientras dice: ¡Canto pesa e como fede! («Cuánto pesa, y cómo apesta»). En la número 16, un niño pobre le dice a otro: O que sinto eu é que algún que maltratou a miña naí morra denantes de que eu chegue a hombre («Lo que siento es que alguno que maltrató a mi madre muera antes de que yo llegue a hombre»). Y en la 37, un campesino comenta, hablando de sus rapaces: Téñoche un tan listo que ten quince anos e xa non cre en Deus («Tengo uno tan listo que tiene quince años y ya no cree en Dios»). Hay otras láminas irónicas y terribles, incluida una que me remueve por dentro cada vez que la miro: Eu non quería morrer alá. ¿Sabe, miña naí? En ella, ante una pobre mujer resignada, bajo un crucifijo y una mesa con medicinas, un demacrado emigrante agoniza diciendo: «Yo no quería morirme allá. ¿Sabe, madre mía?».




Gallegos. Ahora, con la historia del Prestige, he vuelto a sentarme a pasar las páginas de Nos. Ya no es, por supuesto, aquella Galicia donde el pobre anciano daba su hijo para Cuba y su nieto para Melilla, y luego perdía la mísera choza por no poder pagar los impuestos. Sin embargo, quedan ecos. Aunque ese ángulo de España es moderno y mira al futuro, aún conserva desdichados aires de lo que, habiendo cambiado, nunca llegó a cambiar del todo: el lastre del caciquismo, la injusticia y el olvido. Pensé mucho en eso estos días, viendo a los gallegos en la tele, oyéndolos hablar en la radio con la amarga y sabia gravedad de quien lo tiene todo muy claro. Conscientes, desde los tiempos de Castelao y desde mucho antes, de que as sardiñas volverían se os Gobernos quixesen; pero los Gobiernos, o no quieren, o hasta ahora les importaron las sardinas un carajo. Por eso, cuando el enemigo asomó frente a la Costa de la Muerte en forma de mancha de fuel los gallegos, en vez de mirar a Madrid y llorar cruzados de brazos esperando soluciones o milagros, salieron a pelear, estoicos, que no resignados -sólo algunos políticos idiotas confunden una cosa y otra-, sabiendo desde el principio que iban a hacerlo, como siempre, solos. Con silencios, dignidad y coraje. A reñirle a la vid ese duro combate en el que son expertos desde hace siglos, dejándose la piel en las playas y en el mar. Luego vino la hermosa solidaridad de otros lugares y gentes de España; y al cabo, la lenta y torpe reacción oficial. Pero eso fue después. Al principio, cuando se lanzaron a la lucha, los gallegos ni pedían, ni esperaban. Sólo contaban con sus pobres medios. Y con sus cojones.

Es la lección admirable de esta tragedia: la extrema dignidad gallega incluso en el caos de principio, cuando la incompetencia oficial y la desesperanza. No queremos limosnas, sino ayuda, repetían. Que las marquesas del Rastrillo se metan los juguetes de reyes donde les quepan que quede claro que la pasta recaudada por ésto o aquéllos es para pagarse sus banderitas, y no cosa nuestra. Aquí no hace falta caridad, porque tenemos manos y cabeza. Lo que necesitamos son medios técnicos y vergüenza por parte de la Xunta, del Gobierno y de la puta que los parió. Y oyéndolos, viéndolos organizarse y actuar con sus barcos y los artilugios fruto de su ingenio, encima irse a Francia a explicar a los gabacho que la marea negra no había que esperarla en la costa, sino ir a su encuentro con decisión y combatirla en alta mar, me estremecí de admiración, y orgullo confirmando en sus palabras, en sus rostros curtidos y duros, en la firmeza de las mujeres que chapoteaban entre el fango de las playas, que habrían peleado igual aunque hubiesen estado solos, porque lo estuvieron siempre, y tienen costumbre. Así que, a partir de ahora, más vale que los Gobiernos se espabilen con las sardinas. Las cosas han cambiado desde aquel En Galiza non se pide nada. Emígrase, de Castelao. Mucho ojo. La nueva leyenda se la han ganado pulso dando ejemplo a toda España, y es otra: “En Galicia no se pide nada. Se lucha”.

Vacas, cerdos, guerras y brujas


¿Por qué un hindú no mata a su vaca aunque se esté muriendo de hambre? ¿Por qué los musulmanes hacen lo propio con los cerdos? ¿Era Jesucristo tan pacífico como cuenta el Antiguo Testamento? ¿Son las guerras un simple mecanismo de control de la población?

Estas dudas y muchas más, que parecen muy ambigüas y difíciles de desentrañar, las resuelve Marvin Harris en este libro (1975) de lectura más que recomendada. El antropólogo estadounidense disecciona las culturas con la precisión de un cirujano y nos adentra en un mundo de conocimiento al que nunca llegamos en la escuela. Sabemos que la religión hindú tiene a las vacas endiosadas y que está prohibido comerlas, pero yo mismo y mi mecanismo nunca hubiéramos llegado a la conclusión de que esto se debe a que matar una vaca para ellos es pan para hoy y hambre para mañana. La explicación reside en que para un habitante de la India es mucho más productiva una vaca viva que muerta: da leche, es un animal de carga (estamos ante países en vías de desarrollo que no tienen nuestros modernos arados), puede procrear más vacas, y sus excrementos son una fuente de abono para el cultivo, material inflamable para las cocinas, y material aislante para las paredes y el suelo de las casas.

Al igual que este pequeño secreto, Harris nos explicará, con la debida documentación, que antes del Renacimiento se consideraba que la carne de cerdo era una fuente de contagio de la tuberculosis. Si a esto unimos la dificultad de criar cochinos en tierras áridas y muy cálidas, encontraremos la explicación a que los musulmanes tengan prohibido comer carne porcina.

Estos son sólo dos ejemplos de desmitificación llevada a cabo por el autor en un libro de poco más de 200 páginas, con un vocabulario muy ameno y lleno de ejemplos curiosos y llamativos. Harris se dedicará también a explicarnos como la brujería de la Edad Media respondía a una crisis de la Iglesia, y supuso una bomba de humo para desviar la atención hacia los críticos con ella acusándoles de brujería, como una forma de deshacerse del enemigo. Al igual que explicará con casos documentados como las condenadas (mayormente eran mujeres) por brujería solían ser mujeres mayores y de clase baja. Nunca aristócratas.


Un libro espectacular que nos ayuda a comprender un poco más el mundo en el que vivimos y lo dependientes que somos de nuestra cultura y nuestro entorno. Muy recomendable para empezar a abrir los ojos y alimentar el espíritu crítico. 


luns, 18 de novembro de 2013

Las paredes hablan


Mouchos, coruxas, sapos e bruxas

QUEIMADA!



El título de este artículo es el primer verso del conxuro de la Queimada, famosa bebida compuesta básicamente por frutas y muchos litros de aguardiente, tras prenderle fuego en una gran pira de cerámica mientras los presentes entonan los versos del conxuro, con el fin de espantar a las brujas y demás seres terroríficos que, según cuentan, vagan por Galicia. 

No es mi intención desde aquí hacer apología del alcoholismo, aunque en mi blog básicamente haya nombrado a una sarta de autores como Hunter S. Thompson, Bukowski o Sabina, que si se pusieran a beber juntos acabarían con el Océano Atlántico. Pero sí es interesante de vez en cuando espantar a las brujas, acabar con falsos mitos. Y eso es algo que siempre le encantó a Gillo Pontecorvo (Pisa, 1919 - Roma, 2006), un director de cine italiano cuyo hobbie favorito era desnudar las verdades del capitalismo. 

Algo se ha hablado en clase sobre Las venas abiertas de América Latina, un libro que lleva cuarenta y dos años publicado y hasta que Obama ganó las elecciones no leía ni Cristo. Fue en la toma de posesión del presidente de EEUU cuando Hugo Chávez, siempre tan irónico, le regaló a su homólogo negro esta joya del escritor uruguayo Eduardo Galeano y entonces se convirtió en best-seller. (Si te da pereza ponerte a leer Las venas... te recomiendo que empieces por El libro de los abrazos, que son cuentos de una carilla y de gran calidad, que vienen a transmitir lo mismo).

Bien, pues Gillo Pontecorvo, allá por 1969 (tres años antes de la publicación de Las venas...) echó mano de uno de los grandes del cine (Marlon Brando) y se propuso contarnos en algo menos de dos horas cómo funciona esa máquina tan perfecta de esclavizar y avasallar como es el colonialismo. Tanto Galeano como Pontecorvo nos enseñan como salen más rentables los trabajadores asalariados (y explotados) que los esclavos, lo rentable que sale darle a una colonia su independencia si luego logras que tengan dependencia de tus empresas, manufacturas, fuerzas armadas... 


Forzas do ar, terra, mar e lume,
a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder
que a humana xente,
eiquí e agora, facede que os espíritos
dos amigos que están fóra,
participen con nós desta queimada



Cerrado por reformas



Tras unas semanas sin pasarme por aquí, solamente quería publicar una escueta nota para tranquilizar a mis queridos lectores (según blogger, cuatro en los últimos quince días) y transmitirles que, como dicen estos dos maestros en la canción, no estaba muerto, estaba tomando cañas.

Y de postre, una joyita. Cuando empezamos con la creación de blogs, me fue imposible no acordarme de un genio que tenía un bloqueo narrativo y su redención comenzó precisamente con uno de estos. Hank Moody, escritor de éxito en caída libre tras ver como sus novelas eran llevadas al cine en forma de lo que aquí conocemos como "película de sábado tarde", de esas que te ponen en Antena3 o Telecinco y normalmente protagoniza Jennifer Anniston. Esto y mucho más es lo que nos muestra Californication, una serie de Tom Kapinos, que bebe mucho de la vida de un gran bebedor (y genio narrativo), Charles Bukowski. Hank para los amigos. Hank en sus propios libros.

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