ENTREVISTA CON EL ESCRITOR DOMINGO VILLAR
"LA NOVELA NEGRA NO ES MÁS QUE UNA EXCUSA PARA HABLAR DE OTRAS COSAS"
De
la saudade en verso de Martín Códax a los relatos kafkianos
de Méndez Ferrín, pasando por la fina retranca con la que
Vicente Risco detallaba cómo ascender de puerco a marrano
para llegar a ser alcalde; o las crónicas políticas y sociales de
Castelao, primero desde Badajoz y luego desde la diáspora. La
prolífica cultura gallega siempre ha tenido su pilar básico en la
literatura, llena de enormes escritores y poetisas, o viceversa. Sin
embargo el gallego, esa lengua a la que Cunqueiro deseó “mil
primaveras máis” después de reescribir con ella las historias de
Merlín, Simbad, Hamlet y compañía en versión “enxebre”
(convirtiéndose en uno de los padres del realismo mágico, referente
reconocido de García Márquez), está atravesando una mala
época.
Hubo
tiempos peores, como los tres “Séculos Escuros”, algo más de
trescientos años sin una palabra escrita en el idioma de Galicia
transcurridos entre las cantigas de la Edad Media y el final del
Siglo XIX; o los cuarenta años en los que precisamente un gallego de
Ferrolterra prohibió nuestro idioma. Los seres humanos tienen
contradicciones; los gallegos tenemos un montón de ellas. Ese podría
ser un ejemplo.
Y
precisamente de contradicciones está lleno el inspector Leo
Caldas: tertuliano en un programa de radio soporífero, comparte
casos con un malhumorado y corpulento aragonés, el agente Estévez,
que no soporta la ambigüedad de los gallegos. Esta curiosa patrulla
deambula por las entrañas de una ciudad industrial en la costa
atlántica desde que hace siete años fuesen publicadas sus primeras
aventuras (Ollos de auga; Ed. Galaxia, 2006), resolviendo un
crimen pasional que tuvo lugar en la Isla de Toralla, en la Ría de
Vigo. Poco después tuvieron que investigar la aparición de un
cuerpo sin vida en una cala del Val Miñor (A praia dos afogados; Ed.
Galaxia, 2009), y para este año estaba previsto el
lanzamiento de la tercera novela sobre este inspector con nombre de
dios futbolístico, pero parece que vamos a tener que esperar por una
novela de la que hasta ahora sólo ha trascendido el nombre: As
cruces de pedra. Todo un homenaje a Don Alfonso Daniel Rodríguez
Castelao.
El
padre de las criaturas es Domingo Villar, y escribe desde la
distancia, lejos de los ríos y las fuentes de Rosalía,
aunque en su caso (y puede considerarse un afortunado) emigrar no fue
por obligación. Nacido en Vigo en 1971, desde hace tiempo reside en
Madrid, donde quedamos una cálida mañana de marzo para compartir
morriña, mientras nos cuenta algo más acerca de su obra.
·
Uno de los escritores más leídos en lengua gallega en los tiempos
que corren, en la vanguardia también de la novela negra española.
Se dice pronto, y sólo con dos novelas publicadas. ¿Esperabas tanto
reconocimiento?
Yo
lo que esperaba era tener la oportunidad de publicar unas cosas que
escribía, no contaba con nada más. No tengo padrino, no conozco a
nadie del mundillo literario, no sabía lo que me iba a encontrar.
Escribía por placer, y lo que quería era tener la oportunidad de
contar las cosas que tenía hirviendo dentro. Era una manera de estar
de vuelta cada día en mi tierra, en los ratos en los que me encogía
en mi rincón para escribir.
·
Nominado al premio a la Mejor Novela Internacional en los premios que
otorga cada año la Academia Sueca de Novela Negra (Svenska
Deckarakademin). Eso es como luchar por el “Pichichi” en las
mejores ligas.
No
sé si luchar, digamos que es colarse en la pelea por el Pichichi...
Se agradece mucho cuando reconocen tu trabajo. Cuando sales por ahí
y no hay un vínculo sentimental con lo que cuentas, porque en
Galicia podría gustar porque a la gente le gusta ver reflejado lo
que vive en la calle en la literatura, pero con gente de lugares
distintos es complicado saber como van a reaccionar, si van a
entender nuestras cosas. Mis novelas son gallegas desde dentro hacia
afuera, están hechas con Galicia en el corazón y en la punta de los
dedos, y yo no sabía como iba a aceptar esas historias gente que no
conocía nuestra realidad. Luego te das cuenta de que la gente es
distinta por fuera e idéntica por dentro, tanto da haber nacido en
Suecia, en Escocia o en Galicia.
·
Rubalcaba recomendaba “A praia dos afogados” como una de sus
novelas favoritas, describiéndola como novela negra aderezada con
percebes y ribeiro. (Antes
de la pregunta me corrige: “no sé que diría Rubalcaba, pero lo
que hay es albariño. Percebes y albariño”).
¿Escribir es una forma de canalizar la morriña?
Un
poco... Hoy estaba reescribiendo unas páginas en las que Caldas
estaba con su ayudante comiendo un bacalao con patatas en el Bar
Puerto, en el Areal de Vigo, y la verdad es que era yo el que estaba
allí. No se trata de luchar contra la morriña, si no de vencerla.
·
A propósito de la gastronomía y los vinos, en Galicia tenemos muy
buenos blancos con una gran fama pero también grandes tintos que
casi no se conocen. ¿Es la novela negra como esos tintos?
Bueno,
los mencía poco a poco cogen fuerza; o los del Bierzo,
considerándolo la quinta provincia... Pero con respecto a la novela
negra, yo pienso que ya se quitó todos los complejos que tenía.
Hablaba Chandler
de que una novela de recolectores de maíz tendría muchas páginas
de crítica en las revistas especializadas, mientras que una novela
policial tendría un par de párrafos sólamente por serlo, sin que
nadie valorase si es mejor o peor literatura. Yo pienso que eso,
afortunadamente, está superado. Gracias a ellos, que pasaron por una
travesía en el desierto, a día de hoy en la novela negra, como en
toda la literatura, se distingue entre las cosas que están peor o
mejor escritas, y no tanto según el género. Además de que la
novela negra tiene una frontera difusa, porque dentro de la novela
negra cabe crítica irónica como la de James
McClure,
que destripa el apartheid con situaciones tan ridículas que acaban
siendo enormemente críticas; puede ser novela negra filosófica,
como Dürrenmatt,
que tiene libros estupendos hablando de los complejos, o puede ser de
frases cortas, como las de Ellroy;
puede ser festiva, como las de Camilleri...
La novela negra es un saco grande de más, cabe de todo, y es difícil
juzgar a la novela negra como un género determinado cuando hay cosas
tan diversas dentro de ella. Y en lo único en lo que se parecen es
en que tienen crímenes. Acerca de esto, decía Ramiro
Pinilla,
en lo único en lo que se diferencian estas novelas es en que el
muerto aparece al principio. En
lo demás no hay tanta diferencia.
·
Reconocido seguidor del Celta, así como tu equipo supo salir de la
crisis tirando de la cantera, ¿usted piensa que la cultura, en
especial la narrativa, está potenciando ese trabajo de base?
Hombre...
La edición está atravesando un momento complicado, pero yo pienso
que lo fundamental es seguir un sueño. Que por mucho que diga la
gente, que por muy mal que esté el mundo ahí fuera, la gente tiene
que mirar hacia adentro y hacer lo que le dicte el corazón. Está
claro que nadie quiere ser futbolista sin saber darle a un balón, y
nadie que no tenga facilidad para escribir querrá ser escritor. Hay
una cosa fundamental que es tener afición, y esa afición es la que
mueve a la voluntad. Lo que hace que le robes horas al sueño, a la
familia, para hacer eso que te hace soñar.
Recuerdo
un artículo que escribió en Diario 16 hace mucho tiempo Carmen
Martín Gayte,
que hablaba de la diferencia que se hace entre el mundo profesional y
el aficionado. Se le da mayor valor a un carpintero profesional que a
un aficionado, y puede ser un grandísimo profesional o puede ser un
tipo que cayó ahí por cualquier motivo y está clavando puntas sin
ser lo que quería hacer. En cambio, un carpintero aficionado es un
tipo que le roba tiempo a las cosas para hacer eso que le gusta, y
podría estar rascándose la panza pero está clavando puntas. ¿Por
qué va a tener más valor lo profesional que lo aficionado? No es
así. Lo que no hay es que perder la afición, hay que seguirla.
Teniendo los pies en el suelo, sabiendo cuales son las limitaciones y
siendo consciente de que las cosas están complicadas. No hay nada
que garantice el éxito, pero no hay nada tampoco que lo impida
definitivamente. No hay seguridad de error.
·
No tienes nada que perder...
El
tiempo, que es fundamental. Eso no vuelve. Cuando ves a alguien
comprar un libro tuyo es un compromiso grande, porque un libro vale
diez o quince euros y el dinero va y viene, pero el tiempo que esa
persona va a pasar con mi libro, con mis personajes, sumergido en mi
historia, ese tiempo no vuelve. Mi responsabilidad como autor es que
ese viaje que el lector y yo hacemos de la mano valga la pena.
Escribir no es hacer un libro para mucha gente, un diálogo con
muchos, no es un sermón, una homilía. Un libro es un murmullo que
le hace un tipo concentrado, sólo en su casa, a otro tipo que está
sentado en su casa tranquilamente igual de concentrado en el libro
que tiene en las manos.
·
Dicen que el éxito sólo en el diccionario está antes que el
trabajo.
Por
supuesto, aunque hay gente que cae de pie sin necesidad de trabajo,
haciendo las cosas por inercia. Esos son los genios. Pero por lo
general el éxito si que exige un trabajo grande. Además el éxito
es difícil de medir. Yo tengo un oficio que no cambiaría por ningún
otro, trabajo haciendo lo que siempre soñé. Afortunadamente puedo
pagar el alquiler y el colegio de los niños con lo que gano
escribiendo libros, pero no dejaría de escribirlos si no fuese así.
El éxito no es eso, el éxito es mirarte en el espejo y que te
devuelva la imagen de un tipo honrado. Y luego está cierto prestigio
social que te da la literatura. Todos los escritores tenemos un punto
de exhibicionistas, y si no lo tenemos hacen que lo tengamos. Quizás
porque somos unos anacoretas, porque nuestro trabajo es ser
ermitaños, pero la mitad del tiempo, la otra mitad somos
exhibicionistas. Y a mí lo que me gusta es andar el camino, sentarme
a escribir. Hay una tendencia a medir el éxito en términos
económicos, pero el éxito está muy alejado de eso. El éxito es
tener tiempo para hacer lo que te gusta. Éxito es acostarte feliz.
·
Hablábamos antes de la narrativa gallega, y decías que no está tan
mal...
Yo
no pienso que la cosa esté tan mal, narradores los hay cojonudos.
¿Dónde se están vendiendo libros? En ningún lado. Nuestro
problema no es de materia prima, no es la falta de autores; es
cuestión de tirar para adelante, de intentar las cosas, de ponerle
ilusión y no dejarte vencer. Que te venzas a ti, no a los demás. Y
luego tenemos editoriales que asumen el reto que es publicar y
ofrecer visibilidad a los escritores en lengua gallega. Edicións
Xerais de Galicia convoca sus premios, que con el tiempo se fueron
ampliando a literatura infantil, juvenil, para adultos... El Premio
Blanco Amor, que publica Galaxia... Las editoriales están haciendo
un esfuerzo en un tiempo complicado. Por otro lado está la
publicación en internet. Pienso que nunca fue tan fácil publicar,
otra cosa es que luego puedas conseguir difusión.
·
Cambiando de tercio, el audiovisual gallego sí que nunca fue nuestro
fuerte. Sin una industria bien definida y con pocas películas
realmente hechas y producidas allí, algo más que un mero escenario.
¿Ayudará la película de A praia dos afogados
a darle un empujón al audiovisual de Galicia? ¿Dará vida a Leo
Caldas un actor gallego?
Espero
que sí. Y hay muchos productores intentando sacar adelante el tema.
José Luis Cuerda viene de hacer “Todo es silencio”,
coproducida con un importante capital gallego detrás. El año pasado
fue “18 comidas”, de Coira. Hay nuevos productores
trabajando en Galicia, Milú Films está tirando fuerte, Continental
Producciones sigue ahí, Filmanova hace sus cosas. Son tiempos
complicados para financiar el cine, que es un arte caro, pero la
crisis no es de talento, no es de buenos profesionales. Nuestro
problema no es de materia prima. En cuanto a lo del actor, espero que
sí. Y si no lo es, tendrá que coger el acento. Pero con esto de los
acentos hay que tener cuidado, que si no se hace bien puede quedar un
poco raro.
·
De herramienta pues...
Sí,
sí... de tener medios tirando a escasos. Pero es un problema que
también tienen en otros sitios que no tienen tan buena materia
prima.
·
Y ahora que está a punto de salir su tercera novela, ¿qué nos
puedes contar de As cruces de pedra?
Es
otra novela de Leo Caldas y Estévez, y como las otras
dos está ambientada en la Ría de Vigo. Hay una mujer que
desaparece, una profesora de la Escuela de Artes y Oficios que vive
en Tirán, y que nadie sabe muy bien qué le sucedió. Indagarán en
los momentos previos a su desaparición y en su ambiente. Es una
reflexión también del mundo del arte, de como ha ido evolucionando,
el espacio que ocupa en el mundo. Habla de relaciones familiares,
relaciones personales. Yo pienso que las novelas policíacas no son
más que excusas para hablar de otras cosas, y en esta se habla del
mundo rural, de las grandes ciudades, de las soledades, la vejez, el
amor, la amistad... Las cosas que conforman la vida.
·
Es pregunta
obligada la de qué está escribiendo en estos momentos.
En
realidad aún estoy corrigiendo esta última. A veces los plazos son
los que son y no los que quieres que sean. Sigo corrigiendo y tengo
un compendio de ideas importante, y alguna de esas saldrá después.
·
¿Habrá un cuarto libro de Leo Caldas?
Probablemente
sí, lo que no tengo tan claro es que sea lo próximo que escriba.
·
La literatura gallega está repleta de enormes cuentistas. Usted ha
publicado algunos relatos cortos en La Voz de Galicia y en El País,
¿algún día veremos un libro de cuentos de Domingo Villar?
Pues
no lo sé, es posible. Tengo más cuentos que no enseño, que guardo
para mi. Y tengo algunos cuentos publicados en Alemania.
Recientemente me han pedido uno para una editorial holandesa... Es
posible que algún día los junte todos.
·
¿Y poesía?
Poesía
no. (Risas) Hice algo alguna vez, pero vamos... Lo dudo mucho.
·
Tengo entendido que escribe en gallego y va traduciendo al español.
Yo tenía un profesor de latín que decía que no hay mejor
corrección que la traducción. Por lo que se ve usted lo aplica.
Lo
aplico y lo pienso. Para los que tenemos la suerte de hablar varias
lenguas es un arma, una joya. Es como si un pintor dominase el óleo
y la acuarela y renunciase a uno de ellos. Por el contrario, uno y
otro se complementan para entender mejor la pintura. En el campo
literario sucede algo similar, la lengua es nuestra paleta de pintor,
y el hecho de ponernos manejar en dos de ellas hace que el texto se
limpie muchísimo. Estoy plenamente de acuerdo con ese profesor.
·
¿Y en su vida cotidiana hay muchos “Estévez” a los que les
resulte llamativa la ambigüedad de sus paisanos?
Yo
comparto vida con una aragonesa. La vida para ella en general es
blanca o negra, y para mi es gris. Los prejuícios a veces lo que
esconden son verdades rotundas que crearon esos tópicos.
·
Un escritor, pero ficticio (Hank Moody, de la serie Californication),
decía que se suponía que internet abriría las puertas de la
cultura de par en par y que al final trajo incultura para todos,
junto con una banalización de la escritura. Que la gente ya no
escribe, si no que bloguea; que la puntuación y la ortografía ya no
importan. ¿Internet ayuda a la literatura o baja el listón?
Es
todo tan nuevo que no tengo perspectiva para juzgarlo, no soy capaz
de tener un criterio válido sobre un tema en el cual estoy metido en
el medio del bosque y no veo más que árboles. A veces parece que es
un desastre, que hay una sobreexposición extrema... Otros días
pienso que es estupenda la democratización que trajo consigo la red.
No tengo una idea formada y creo que no la voy a tener hasta dentro
de un tiempo. Necesito, como el vino, que sedimente el poso.
Madrid, marzo de 2012.