BLOG DE ECONOMÍA POLÍTICA, Y LO QUE SURJA

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venres, 22 de novembro de 2013

Vacas, cerdos, guerras y brujas


¿Por qué un hindú no mata a su vaca aunque se esté muriendo de hambre? ¿Por qué los musulmanes hacen lo propio con los cerdos? ¿Era Jesucristo tan pacífico como cuenta el Antiguo Testamento? ¿Son las guerras un simple mecanismo de control de la población?

Estas dudas y muchas más, que parecen muy ambigüas y difíciles de desentrañar, las resuelve Marvin Harris en este libro (1975) de lectura más que recomendada. El antropólogo estadounidense disecciona las culturas con la precisión de un cirujano y nos adentra en un mundo de conocimiento al que nunca llegamos en la escuela. Sabemos que la religión hindú tiene a las vacas endiosadas y que está prohibido comerlas, pero yo mismo y mi mecanismo nunca hubiéramos llegado a la conclusión de que esto se debe a que matar una vaca para ellos es pan para hoy y hambre para mañana. La explicación reside en que para un habitante de la India es mucho más productiva una vaca viva que muerta: da leche, es un animal de carga (estamos ante países en vías de desarrollo que no tienen nuestros modernos arados), puede procrear más vacas, y sus excrementos son una fuente de abono para el cultivo, material inflamable para las cocinas, y material aislante para las paredes y el suelo de las casas.

Al igual que este pequeño secreto, Harris nos explicará, con la debida documentación, que antes del Renacimiento se consideraba que la carne de cerdo era una fuente de contagio de la tuberculosis. Si a esto unimos la dificultad de criar cochinos en tierras áridas y muy cálidas, encontraremos la explicación a que los musulmanes tengan prohibido comer carne porcina.

Estos son sólo dos ejemplos de desmitificación llevada a cabo por el autor en un libro de poco más de 200 páginas, con un vocabulario muy ameno y lleno de ejemplos curiosos y llamativos. Harris se dedicará también a explicarnos como la brujería de la Edad Media respondía a una crisis de la Iglesia, y supuso una bomba de humo para desviar la atención hacia los críticos con ella acusándoles de brujería, como una forma de deshacerse del enemigo. Al igual que explicará con casos documentados como las condenadas (mayormente eran mujeres) por brujería solían ser mujeres mayores y de clase baja. Nunca aristócratas.


Un libro espectacular que nos ayuda a comprender un poco más el mundo en el que vivimos y lo dependientes que somos de nuestra cultura y nuestro entorno. Muy recomendable para empezar a abrir los ojos y alimentar el espíritu crítico. 


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