BLOG DE ECONOMÍA POLÍTICA, Y LO QUE SURJA

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luns, 27 de xaneiro de 2014

El trabajo en equipo o "eso que brilla por su ausencia"

Estamos acostumbrados, en el sistema educativo español en general y en nuestra facultad en particular, a ir a clase para escuchar a un orador, cual mesías predicando en el desierto, mientras tomamos notas en nuestros cuadernos (o tablets, ipads, portátiles, y sucedáneos) y a penas asimilamos la información.

Decía Foucault que el poder es una situación estratégica entre iguales. El poder de los profesores es poner una nota del 1 al 10 al final del cuatrimestre, y se manifiesta con ejemplos como mesas más elevadas o hablar desde un púlpito. Cosa que no sucedió este cuatrimestre en Economía II.

Clases orientadas a conocernos mejor y conocer a los que nos rodean, como primer paso para conocer todo aquello que tiene que ver con la economía, o lo que es lo mismo, con la vida misma. Citas de autores enormes (por sus obras, por sus descubrimientos, por su cercanía, por su grandeza en general) nos abrían un espacio de poco menos de dos horas en el que había tiempo para trabajar en grupo, debatir entre iguales, formarnos y aprender, pero ante las cuales nos sentíamos un poco perdidos, como echando de menos el monólogo y tomar apuntes.

Pero aprender aprendíamos, aprendimos mucho de un señor de setenta años, cincuenta de los cuales fueron dedicados a jóvenes incautos como nosotros, y que por su ruptura total con el “método clásico” de dar clase levantó ampollas en algunos que ya no veían como sacar partido a su nuevo ítem de Apple y otros que lo vieron como un filón para no tener que pasar por clase y rascar un aprobado. 300 euros menos en la matrícula del año que viene. Una visión mercantilista.

Nuestro trabajo (y ahora refiriéndonos a este proyecto sobre el Cine) fue de más a menos, pretendíamos hacer un mini documental que recogiese testimonios de todo tipo de personas relacionadas con el cine: actores que empiezan, directores de cortos, guionistas, profesionales del montaje... Esa película haría las veces de presentación delante de los compañeros, con un análisis que ante la imposibilidad de ser exhaustivo (el cine abarca tanto y nosotros teníamos tan poco tiempo) pretendía ser crítico con un “arte” que muchas veces se ve prostituído: en el sentido en el que Bentham decía que el teatro estaba condenado al fracaso, en tanto en cuanto dependía excesivamente del favor del público. Queríamos desnudar el arte de hacer cine.

Nos dejamos llevar adelantando poco trabajo, leyendo grandes enciclopedias sobre la cinematografía y pequeñas sobre el cine político, el cine comercial, etc. Aunque nuestro gran cajón de sastre fue internet, medio por el cual nos comunicábamos en grupos online de trabajo y lugar al que acudíamos en busca de información y complementos para nuestro estudio.

Llegaron las vacaciones de navidad, esos días de reunión con la familia (que en nuestros casos viven bastante lejos) y de comer bien, trabajar poco y desconectar del curso: mal asunto a un mes de los exámenes. Fue durante esos días cuando decidimos que teníamos que ponernos fechas límite: de entrega del primer borrador, de juntar todo el trabajo, de tener lista la presentación... Dejando para el final el tema del minidocumental, que al final nos fue inviable. El que mucho abarca poco aprieta.

Los plazos se fueron siguiendo con bastante normalidad, pero sí que nos faltó tiempo para poder haberle sacado más provecho. Una de nuestras compañeras tuvo que pasar por el taller unos días, lo cual nos rompió el ritmo de trabajo a una semana de la presentación y sin el famoso “prezi” que la iba a ilustrar. A las prisas, hicimos un PowerPoint y sacamos adelante la presentación. Trabajo en equipo, algo difícil de encontrar por Somosaguas.

Estas clases han servido para fomentar el contacto: el contacto verbal, con compañeros que vemos a diario y con los que a penas se intercambian dos o tres palabras. El contacto físico, en grupos pequeños en los que nos abrazábamos o besábamos en momentos de euforia y en los que también había palmadas para tranquilizarnos cuando se veían las cosas negras. Sirvieron para romper una barrera invisible que nos separa a los autóctonos de los Erasmus, que parece que viven en una realidad paralela en nuestras universidades; así, aprendimos mucho más del tacón de la bota italiana gracias a nuestro fichaje estrella, Giuliana, y aún nos debe unas pizzas.


Por todo esto, y como bien decía el profesor en la última clase, se hace amargo ver como el plan Bolonia ha acabado con cualquier resquicio de cordura en nuestro sistema educativo (si es que lo había). Cursos cortos como un amor de verano, en los cuales cuando estás conociendo al profesor ya va tocando que te evalúe, y donde los temarios no entran ni con calzador y las horas totales de clase suman lo que dos o tres conferencias... Entre festivos, navidades, días moscosos que nos permitimos por nuestras vicisitudes, y sobre todo huelgas, lícitas y legítimas, que nos restan tiempo en el aula, al final lo que prima es restar esos 300 euros que supone una segunda matriculación y un cinco con el que llegar a casa como justificación de que lo que estás haciendo a diario en Somosaguas vale para algo. Es una pena, pero es lo que hay. Y nos toca a nosotros tener un poco de espíritu crítico y aprovechar esas rupturas con los dogmas, esas rendijas por las que de vez en cuando entra un poco de aire fresco. Aunque siento que en realidad deberíamos abrir las ventanas y ventilarlo todo de una vez por todas.  

1 comentario:

  1. Chaval, eres único, un auténtico monstruo, tienes que escribir, tienes que contarnos un cuento o una novela o lo que quieras. Gracias. Un abrazo, Roberto Carballo

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